INTRODUCCIÓN
Nadie podría negar que hablar sobre la tarea docente implica una serie de cuestiones relacionadas con la complejidad que la caracteriza, como a tantos otros aspectos de la educación y de la vida de las personas y las sociedades. Podríamos pensar en una cantidad de abordajes relacionados con este tema, y podríamos considerar las diferentes perspectivas que se ofrecen al respecto, entendiendo que la tarea de enseñar forma parte de una construcción histórica, que está fuertemente relacionada con la identidad de aquellos que la ejercen.
En este sentido, es lógico pensar que la construcción de la tarea docente estuvo siempre vinculada al proyecto social y político, y en nuestro país, ligada particularmente al proceso de constitución del Estado. Al respecto, es interesante mencionar la idea de tradiciones que menciona Davini cuando hace referencia a “configuraciones de pensamiento y acción que, construidas históricamente, se mantienen a lo largo del tiempo, en cuanto están institucionalizadas, incorporadas a las prácticas y a la conciencia de los sujetos.” (Davini, 1995. Pág. 20).
Pensar en estas tradiciones, permite comprender elementos que conviven en la tarea docente; acuerdos, intereses, y conflictos que se manifiestan y persisten en las imágenes sociales de la práctica de enseñar. Todas ellas son parte y producto de una construcción socio histórica que otorgo diferentes miradas al respecto, que no dejan de sostener un discurso prescriptivo acerca de lo que el docente “debe ser”, imposibilitando la visión de lo que el docente efectivamente “es”; destacando de esta forma su papel como funcionario más que como educador o profesional (Davini, 1995. Pág. 48)
Esto nos permite pensar acerca de la cuestión relacionada con la división del trabajo escolar, donde la enseñanza aparece como un problema técnico más que pedagógico, que evidentemente provoca una imagen marcada por el debilitamiento de la autoridad de la posición docente.
De esta manera, la tarea docente aparece desvinculada de la dimensión política de los problemas educativos, lo que indudablemente está fuertemente relacionado con la identidad de los maestros. “Si la docencia ha perdido valoración y reconocimiento público es, en parte, porque se la redujo a una cuestión de enseñanza mecánica de disciplinas escolares. Pero si los docentes son portadores y transmisores de cultura, la tarea de consolidar una autoridad que los habilite plenamente pasa también por entender a la cultura y la política como un asunto propio.” (Birgin, 2006)
El docente como portador de cultura, no puede dejar de tomar a esta y a la política como un asunto propio, tal como menciona Birgin. Qué porción de la cultura debe transmitirse, y cómo se toman en cuenta los procesos de construcción del conocimiento no es algo que puede ser diferenciado de la tarea de enseñar. En este sentido, la opción política que realiza el docente es su posicionamiento frente a los dilemas de la época, como un sujeto que asume la responsabilidad en la transmisión del mundo y de la vida a las próximas generaciones.
Esta es la idea que se pretende abordar en el presente trabajo. Sostener que inexorable y necesariamente, la tarea docente implica opciones político-pedagógicas que el sujeto que asume la responsabilidad debe tomar. Esto es una suerte de compromiso que marca de alguna manera, “...el lugar fundamental que los docentes ocupan en la tarea de transmitir la cultura, de generar un lazo entre el pasado y el futuro, de anudar el presente a la posibilidad de una construcción distinta” (Birgin, 2006)
Pero para poder problematizar esta idea, es necesario reconocer el contexto en el que esta opción debe asumirse hoy en día. Una situación social que deja a cada sujeto despojado de un proyecto trascendente a causa del desencanto que no permite una visión del futuro. Si las nuevas generaciones no pueden ser las depositarias de sueños y propuestas, quedan desvinculadas de un soporte para la vida. Esta situación empobrece la idea de que alguien pueda asumir la responsabilidad, como opción política, de transmitir el mundo.
A partir del abordaje de la película “La trama de la vida”, intentaremos construir esta idea, relacionada con la opción que realiza el docente y la responsabilidad que indudablemente debe asumir en su tarea. Esto nos llevara por el camino de reconocer su papel como transmisor de la cultura y figura de autoridad como adulto responsable que se compromete en esa transmisión; pero finalmente también, nos llevara a pensar en la situación actual, donde el desencanto y el malestar atentan contra esta tarea.
LA TRAMA DE LA VIDA
Saber vivir, no es, lógicamente, algo que se pueda aprender en un manual o en un recetario de cocina. La vida de las personas es única y no hay manera de encontrar las respuestas para aquellas cosas que aun no han sucedido, y uno no sabe muchas veces como actuar cuando se encuentra en situaciones desconocidas. Sin embargo, los hombres y las mujeres hemos aprendido a cuidarnos los unos de los otros, favoreciendo y ayudando a que aquellos que se incorporan a nuestra sociedad no tengan que empezar una y otra vez desde cero.
La transmisión a las nuevas generaciones de un saber vivir no es un mero dictado de pasos a seguir para alcanzar la felicidad, ni siquiera es un diccionario de respuestas a los problemas con los que se enfrentaran en el futuro. Pero si se podría pensar que transmitirle a otro un saber vivir, es una especie de bienvenida, un marco si se quiere, que le permite encontrar su lugar en el mundo y saber aquellas cosas que necesita para hacer su propio camino.
Sin embargo, esto no es tan sencillo como aparenta. La tarea de ofrecer al otro un saber vivir forma parte de la trama social que le ha dado, a lo largo del tiempo, un lugar y una intención diferente. Actualmente, las dificultades materiales, la imposibilidad de garantizar el futuro y el cercenamiento de metas; dejan al sujeto despojado de un proyecto trascendente, es decir, de la posibilidad de ofrecer al otro un saber vivir. (Bleichmar, S. 1997)
Algo de esto es lo que provoca al pensamiento luego de ver la película “La trama de la vida” de Eleonore Faucher (Francia, 2004).
En un pequeño pueblo francés; una difícil realidad familiar y los problemas por los que debe atravesar en su situación social llevan a que una joven embarazada, deba ocultar su estado y pensar en dar a su bebe en adopción. Renuncia a su trabajo de cajera en el supermercado, y obtiene un puesto como aprendiz. Trabaja con una bordadora que debe luchar con el sufrimiento de la muerte de su hijo en un accidente.
Los trabajos que realizan juntas les permiten acercarse entre ellas. De la misma forma en que van desarrollando su trabajo en la tela; así va tomando forma una relación de solidaridad entre ambas. Una historia que crea en estas mujeres la posibilidad de encontrar un lugar en el mundo. La joven aprendiz encuentra en la mujer una figura adulta que le ofrece, casi sin quererlo, una instancia de autoridad, una palabra autorizada que le brinda no solo un apoyo, sino un saber que le permite encontrar un sentido a su vida.
Pero es el personaje de la mujer bordadora que se muestra, en la película, tomando la opción de asumir la responsabilidad por el otro. Esto es una ética de la transmisión, que requiere ofrecer a la joven de la generación siguiente aquello que le permitirá asumir un compromiso con su propia historia (Hassoun, J. 1997)
Esta mujer, casi sin notarlo, se hace responsable de ofrecer a esa joven la posibilidad de encontrar ese lugar. Para ello, debe, como parte de esta ética de la transmisión, renunciar de alguna manera a sus propios deseos.
El tormento por la muerte de su hijo la lleva a guardarse en sí misma, e intentar suicidarse. Sin embargo, el pedido silencioso de la joven que acude a ella le brinda la oportunidad de renunciar a una parte de la omnipotencia de su propio sufrimiento, desistir a ensimismarse por su dolor y poder así ofrecer algo a alguien. También renuncia al monopolio de su saber, cuando da lugar al trabajo de la joven y presenta a un famoso diseñador una bella obra realizada por ella.
Aquí está la legítima autoridad del maestro, la que descansa en el hecho de que este asume la responsabilidad con respecto a ese mundo que debe ser transmitido. La joven de la película reconoce allí la autoridad que necesita para encontrarse con el mundo.
Esa autoridad tiene que ver con el estar allí, en el momento indicado, y ocupar para los otros el lugar del que sabe. Es la idea de la autoridad como un subproducto: el respeto, el amor, y el interés vienen por añadidura. La bordadora, a partir de su opción y de su transmisión logra convertirse en una importante figura de autoridad (Antelo, 2005)
“...los educadores representan para el joven un mundo cuya responsabilidad asumen, aunque ellos no son los que lo hicieron y aunque, abierta o encubiertamente, preferirían que ese mundo fuera distinto. Esta responsabilidad no se impuso de modo arbitrario a los educadores, sino que está implícita en el hecho de qué los adultos introducen a los jóvenes en un campo que cambia sin cesar. El que se niegue a asumir esta responsabilidad conjunta con respecto al mundo no tendrá hijos y no se permitirá a esa persona tomar parte en la educación” (Arendt, 1996)
Este es, evidentemente, el argumento central que podemos tomar de esta historia relacionándolo con la idea de que necesariamente la tarea docente implica una opción político pedagógica. Una opción de responsabilidad. Ya que con la transmisión uno le está diciendo al otro que hay un lugar para él en este mundo. Tal como lo menciona Arendt, “la educación es el punto en el que reconocemos que queremos tanto al mundo que asumimos una responsabilidad por el” (Arendt, 1996)
TRANSMITIR LA VIDA
La transmisión, aparece así, no solo como el deseo de asegurar una continuidad en la sucesión de las generaciones; sino también como la forma que asume la opción que el docente realiza para llevar a cabo su tarea.
La decisión de permitir y ofrecer al otro la posibilidad de dar continuidad a los hechos de cultura, tiene que ver con asumir un compromiso con el mundo y con la humanidad; y esto es indudablemente una opción política. La “...persistencia de los hechos de cultura que proceden de lazo social nos inscribe en una continuidad y nos asegura en cierto modo que no estamos en cada generación confrontados a algo nuevo sin ningún nexo con lo que lo precede” (Hassoun, J. 1997, Pág. 144)
Esta es la responsabilidad que asume la mujer frente a esta joven. Ahora bien, ella le transmite un saber vivir, pero no para que la joven repita la historia de ella, sino para que pueda hacer su propia historia. La transmisión no es el pasaje de un recetario, sino más bien un texto inaugural, que permite reconocer lo que se ha recibido como herencia, como una melodía propia, para hacer de ella un nuevo relato (Hassoun, J. 1997, Pág. 178)
Esto es lo que permite la continuidad en la sucesión de las generaciones. La responsabilidad de la transmisión no es la repetición de las experiencias, “...la experiencia es siempre de alguien, subjetiva, es siempre de aquí y de ahora, contextual, finita, provisional, sensible, mortal, de carne y hueso, como la vida misma” (Larrosa, J, 2003)
La experiencia que viven la bordadora y la joven, no pretende ser en ningún momento una lección de vida, o un experimento para enseñar, es simplemente la experiencia que viven juntas, la cual se transforma en una oportunidad para esta ultima de encontrar un lugar y un tiempo que le permite decidir qué hacer con su vida, con su realidad y con sus afectos.
LA OPCIÓN, HOY
Asumir el compromiso con el mundo, como opción política, no es una tarea sencilla. Hoy, en muchos aspectos, la transmisión se corta por la negativa a asumir la responsabilidad de ello. Una negativa que está fuertemente relacionada con la realidad actual. Si decimos que los docentes son portadores de cultura y la tarea que los habilite como autoridad para transmitirla pasa por entender a esa cultura y a la política como un asunto propio, el problema surge cuando consideramos las particularidades del mundo actual ¿Cómo puede hoy el docente asumir la responsabilidad de transmitir el mundo, cuando el desencanto frente al futuro no le permite asumir una posición frente a la sociedad y la cultura que nos toca transitar?
Una forma de malestar relacionado con las limitaciones de las posibilidades de libertad y de pensar en un proyecto trascendente; emparentado con las restricciones actuales que imponen condiciones para el ingreso del sujeto a la cultura; y que, tarde o temprano, imposibilita pensar en una garantía futura. (Bleichmar, S. 1997)
Las dificultades materiales, la imposibilidad de garantizar la seguridad, el incremento del anonimato y el cercenamiento de metas son formas actuales que impiden asumir esa responsabilidad política, y que de una u otra manera, producen la exclusión de los sujetos del mundo y de los hechos de la cultura.
Los niños, hoy, han dejado de ser los depositarios de los sueños y de las esperanzas del futuro. La propuesta que se les ofrece se reduce a que logren las herramientas para sobrevivir en un mundo cada vez más difícil. De esta manera, las nuevas generaciones quedan despojadas a su propia suerte, sin posibilidad de establecer conexión con el mundo al que deben incorporarse, tal como ocurre en la película con la joven que no encuentra la manera de enfrentar su situación con la realidad.
“La pregunta no es ya si sobran o faltan padres. ¿Quién quiere más? Se trata, por el contrario, de reflexionar sobre aquellas consecuencias inesperadas de un mundo postradicional. Quizás la fantasía de un mundo sin autoridad sea, en el fondo, la de un mundo sin conexión. Un mundo plenamente autónomo, autocontrolado, no dependiente, de seres que se incorporan por sus propios medios al orden imperante, capaces de circular sin guía, sin control y sin seguridad. Un mundo sin cuidado/s o un mundo en el que esta nueva autoridad ya no expresa ningún cuidado de los otros. Un mundo en el que los objetos nos eximen, o simulan eximirnos de la dificultad que todo encuentro con los otros supone. Un mundo en el que unos no advierten el estado de los otros. Un mundo de auto engendrados. Mundo sin jefes pero también con desconocidas libertades y nuevas sujeciones.” (Antelo, E. 2005. Pág.: 97)
Si la tarea de transmitir la cultura, de generar un lazo entre el pasado y el futuro implica necesariamente una opción política, es ineludible que aquellos que se ocupan del trabajo de enseñar deban apropiarse de una posición que permita asumir la responsabilidad por el otro, y que los habilite como autoridad para transmitirla, para pensar que este presente puede dar lugar a la posibilidad de una construcción futura distinta.
BIBLIOGRAFÍA
Antelo, E. 2005. “Variaciones sobre la autoridad”. Ponencia presentada en las Segundas Jornadas Nacionales de Formación Docente Continua: “Contexto, políticas y sujetos en la formación de profesores”. Instituto de Formación Docente Continua Villa Mercedes / Programa de Educación Superior Ministerio del Progreso Gobierno de San Luis
Birgin, A. 2006. “Pensar la formación docente en nuestro tiempo” (en prensa)
Bleichmar, S. 1997. “Acerca del malestar sobrante”. Revista Topia
Davini, M. C. 1995. “La Formación Docente en cuestión: Política y Pedagogía”. Buenos Aires. Paidos. Cáp. 1: “Tradiciones en la formación de los docentes y sus presencias actuales”
Hassoun, J. 1997. “Los contrabandistas de la memoria”. Ed. de la Flor, Buenos Aires
Larrosa, J. “Algunas notas sobre la experiencia y sus lenguajes”. Conferencia Seminario Internacional “La Formación Docente entre el siglo XIX y el siglo XXI”, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología – Organización de Estados Iberoamericanos. Buenos Aires, 28 y 29 de noviembre de 2003.